DE MILTON ALAJO
«EN EL OJO DEL HURACÁN »
Milton Hernán Alajo Guilcamaigua es oriundo de Latacunga. Sus estudios los realizó en el I.T.S. de Artes Plásticas Daniel Reyes en San Antonio de Ibarra. Es licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Central del Ecuador, con posgrados en Antropología y Cultura en la Universidad Politécnica Salesiana y Métodos de Planificación y Control para la Administración Pública en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Participa en varios salones de arte y realiza varias exposiciones individuales y colectivas a nivel nacional e internacional. Su labor artística le hace acreedor de varios reconocimientos:
Miembro de La Casa de la Cultura “Benjamín Carrión” Núcleo de Cotopaxi
Primer premio Latinoamericano, ALER 500 Años, Quito, 1990
Mención Honorifica, Ministerio de Educación y Cultura. Quito, 1990
Premio Adquisición, Salón de Julio, Guayaquil, 1994
Segundo Premio de Pintura, Salón Nacional “Mariano Aguilera”, Quito, 1996
Mención, Salón “Luis A. Martínez”, Ambato, 1997
Mención, Salón Nacional de Octubre, Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, 1997
Removiendo la memoria simbólica de la cultura ancestral, atesora cada momento de su vida, en la combinación y experimentación de técnicas cromáticas. Da versatilidad y robustez a su manifestación pictórica e imprime con trazo fuerte sus cualidades innatas de identidad.
Dentro de la Cosmovisión Andina, la Chakana tiene su propio significante como ordenador de las culturas, pero en el campo estético su enunciación es más de carácter simbólico, lo que permite desarrollar un juego lúdico en las formas, diseños y conceptos.
Su obra es una mimesis del pasado, está atiborrada de simbolismo, donde los laberintos se contraponen entre sí, sus cuadros son rompecabezas, cuyas piezas se amalgaman de manera perfecta y exacta, para dotarnos de una obra bien concebida y estructurada.
Utiliza el color para resolver su trabajo artístico, en un universo mágico, cargado de símbolos, signos, simbologías, mensajes por codificar y decodificar, de significados y significantes, donde aparecen cientos de rostros cansados, sedientos, con hambre, con frío; figuras humanas solitarias y personajes más allá del tiempo y espacio. Es un espejo donde se retrata la propia humanidad.
Es una obra polisémica, ya que trasmite una variedad de mensajes y significados y asigna un valor simbólico a cada componente de la obra, es decir, tiene su propio significado social, cultural, político, económico; retrata lo que ocurre en la dinamia social.
Revela inquietudes místicas, exteriorizando las ideas provocadas desde su propia experiencia, estableciendo correspondencia entre las representaciones, o figuras que trascienden lo tangible y lo espiritual, son emociones cargadas de misterio de un mundo sobrenatural.